Tengo mi patria
pateándome el alma,
reviviendo el ayer,
desprendiendo su cuerpo pequeño
del suelo continental,
que parió su vida
desde el confín de los años.
La patria pequeña,
la que nos mece cada día
acunando historias,
esa que viste de nieve los inviernos
para bailar con el chimango
que baja del monte
en busca de alimentos.
La que moldearon
los shelknam, los haush,
los yámanas y alacalufes,
la patria que duele
desde su propia historia,
esa historia
que no le ofrendó respeto
porque discriminaron
del ser la existencia
aquellos que llegaron
a hacer su América.
Mi patria íntima,
que atesora varios bicentenarios,
a la que no le importa
el ciclo que mide el progreso,
porque desde el fuego y el viento
vendrá su propio tiempo
a hacerle cosquillas al monte
para que sonría el originario,
verdadero propietario del pretérito.
¿Cuántos años,
mi patria esencial?
Mi gen intrínseco se rebela
y grita al gen del europeo
que despobló ésta tierra,
que ofreció progreso
a precio de sangre,
que puso al hombre del fusil…
y enterró la vida sin orejas.
Mi patria interna
que sigue ofreciendo amor.
Esa patria legítima,
de ornamentos alfareros…
habitante de museos.
¡Ay, Patria mía…!
me atormento en tu recuerdo
¿Quién no se duele en Julio Popper
y sus cazadores de indios?
No me prives llorar,
patria latido,
recordando a Mac Lennan
el “chancho colorado”.
Ni por el nefando precio de una libra,
vil presea canjeada por testículos,
por senos y por orejas de niños.
Que hasta Temáukel se horrorizaba,
impávido ante tanta saña.
Pero un día,
un día del mañana
vendrán los hánush
a recuperar tu dignidad,
y con espíritus chamanes
pedirán al mundo
tu desagravio,
para que celebres
como un klóketen
tu estampa bravía.
Mientras tanto
no renuncies al amor,
ni te inmoles para que te premien
con falsos rótulos martirizados
en papeles de diarios.
Vive, patria alma,
en la intimidad de nuestros recuerdos,
respirando en la cordillera
que atrapa al cielo
para encumbrarte,
en tu fauna generosa,
en tu cromática flora,
en la pluma abandonada,
en el cuchillo de ostra,
en el abrigo de zorro,
en la lenga hecha canoa,
en la caricia de nieve.
Vive, patria mía
en el grito arrepentido,
en la bendición que llegó tarde,
en el corazón de tu legado
que no deja de honrarte.

Como una irónica burla las monedas que fueron acuñadas en oro por Julio Popper en Tierra del Fuego, que tenían valor de circulación legal mientras estaba vigente en el resto del país la Moneda Nacional, hoy gozan de un enorme valor numismático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario