Bienvenido a mi mundo de letras

Para aprender
A escribir un cuento
Lo único que debes
Aprender es ésto:
Busca tus palabras
Ríndete a su vuelo
Así, (y sólo así) verás tu alma
Surcar horizontes de sueños


Y si... ríndete al vuelo de tus palabras. Ellas irán hilvanando poco a poco, una a una, tus frases para que traigan a la realidad cotidiana a esos sueños que habitan tu alma, y que aún te falta descubrir.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Mi Patria íntima

Tengo mi patria 
pateándome el alma,
reviviendo el ayer,
desprendiendo su cuerpo pequeño
del suelo continental,
que parió su vida
desde el confín de los años.
La patria pequeña,
la que nos mece cada día
acunando historias,
esa que viste de nieve los inviernos
para bailar con el chimango
que baja del monte
en busca de alimentos.
La que moldearon
los shelknam, los haush,
los yámanas y alacalufes,
la patria que duele
desde su propia historia,
esa historia
que no le ofrendó respeto
porque discriminaron
del ser la existencia
aquellos que llegaron
a hacer su América.
Mi patria íntima,
que atesora varios bicentenarios,
a la que no le importa
el ciclo que mide el progreso,
porque desde el fuego y el viento
vendrá su propio tiempo
a hacerle cosquillas al monte
para que sonría el originario,
verdadero propietario del pretérito.
¿Cuántos años,
mi patria esencial?
Mi gen intrínseco se rebela
y grita al gen del europeo
que despobló ésta tierra,
que ofreció progreso
a precio de sangre,
que puso al hombre del fusil…
y enterró la vida sin orejas.
Mi patria interna
que sigue ofreciendo amor.
Esa patria legítima,
de ornamentos alfareros…
habitante de museos.
¡Ay, Patria mía…!
me atormento en tu recuerdo
¿Quién no se duele en Julio Popper
y sus cazadores de indios?
No me prives llorar,
patria latido,
recordando a Mac Lennan
el “chancho colorado”.
Ni por el nefando precio de una libra,
vil presea canjeada por testículos,
por senos y por orejas de niños.
Que hasta Temáukel se horrorizaba,
impávido ante tanta saña.


Pero un día,
un día del mañana
vendrán los hánush
a recuperar tu dignidad,
y con espíritus chamanes
pedirán al mundo
tu desagravio,
para que celebres
como un klóketen
tu estampa bravía.
Mientras tanto
no renuncies al amor,
ni te inmoles para que te premien
con falsos rótulos martirizados
en papeles de diarios.
Vive, patria alma,
en la intimidad de nuestros recuerdos,
respirando en la cordillera
que atrapa al cielo
para encumbrarte,
en tu fauna generosa,
en tu cromática flora,
en la pluma abandonada,
en el cuchillo de ostra,
en el abrigo de zorro,
en la lenga hecha canoa,
en la caricia de nieve.


Vive, patria mía
en el grito arrepentido,
en la bendición que llegó tarde,
en el corazón de tu legado
que no deja de honrarte.





Para interpretar mejor al autor y la rebeldía de su obra, ver la historia del Genocidio Shelknam ocurrido entre los años 1886 y subsiguientes cuando el rumano Julio Popper llegó en busca de yacimientos auríferos a la Tierra del Fuego y los aborígenes entorpecían su negocio. Entonces armó su grupo de “cazadores de indios” comandados por Alejandro Mac Lennan apodado “chancho colorado” que ofrecía a sus soldados una libra por los testículos de los hombres de nuestro pueblo originario, por los senos de las mujeres y por las orejas de los niños. Esta aberrante práctica fue coronada con la matanza de San Julián un 25 de noviembre de 1886 junto al comandante Ramón Lista, con fotografías de su “amarga proeza” que el mismo Popper le regalara al entonces presidente de la Nación Miguel Juárez Celman. (Podemos ver a la derecha, fotos de su "hazaña" enviadas al Presidente)


Como una irónica burla las monedas que fueron acuñadas en oro por Julio Popper en Tierra del Fuego, que tenían valor de circulación legal mientras estaba vigente en el resto del país la Moneda Nacional, hoy gozan de un enorme valor numismático.

LA NAVIDAD DEL ABUELO


Tendría unos nueve años
Un gurisito pequeño
Que en un hilito de voz
Se dirigía a su abuelo.
-“Abuelo… ¿me escuchás, abuelo?”
Y el anciano en un sillón
Sumergido en sus recuerdos
Miraba pasar la vida
Dejando correr el tiempo.
-“Si, te oigo…” cariñoso
en el trato con su nieto
-“¿Qué es la Navidad,
me explicás, abuelo?”
-“La Navidad… la Navidad…
Tiempo de amor y de sueños
Tiempo de milagros
Y de hondos sentimientos.
Tiempo de perdón,
De esperanza, de credo
Tiempo de preguntarnos
Si es bueno o no
Lo que vamos haciendo.
Navidad viene de “natividad”
O sea, nacimiento
Tiempo de recordar
El gran acontecimiento:
Ha nacido el Niño Dios
No importa espacio ni tiempo
Importa el significado
De ese hermoso nacimiento.
Lo que nos cuenta la fe
Eso que todos sabemos:
Había una vez una virgen
Que era luz de los luceros
Era una virgen preciosa
Era más limpia que el cielo
Era más pura que el agua
Y suave… como terciopelo.
Estaba esperando un hijo
A Jesús, el Nazareno
En un corral en Belén
Pocos días antes de enero
Unos reyes de camino
Buscaban saber si era cierto
Que iba a llegar al mundo
El Hijo de Dios, el Cordero
Vieron con gran asombro
Una estrella potente en el cielo
Que les decía: “síganme,
Éste es el camino cierto,
Y van a ver que en Belén
Sorprendiendo al mundo entero
El Hijo de Dios, Jesús
De una niña está naciendo”.
Y en un corral, en Belén
Con cabritos y corderos
Que cobijaban al Niño
Con el calor de su aliento,
María mecía a Jesús
Acunándolo en su seno.
Pero esto es la verdad de la historia
Y yo quiero darte algo nuevo
Hablarte de la Navidad
En los tiempos que tenemos.
La Navidad que de a poco
Nos fue imponiendo el comercio
Es un Papá Noel
Cargado de caramelos
Y regalos que el buen Dios
Nos hace por su intermedio.
Veinticuatro, Nochebuena
A las doce son los besos
las luces del arbolito
prenden y apagan en juego.
Y todos nos abrazamos,
Todos miramos el cielo…
Y de eso quiero hablarte
Justito en ese momento
Es cuando nace el Niñito
De lejos nos tira un beso
Y nos dice: “Los bendigo
En nombre del Padre nuestro
De nuestra Madre, María
Y de los santos del cielo”.
ESO es la Navidad
Un deseo de felicidad
Que nace hondo, sincero
Es pensar en los que están
Y en los que se encuentran lejos
Es abrazarnos sintiendo
Que esa noche, todos nos queremos.
La Navidad para vos
Es correr, jugar, vivir en pleno
La euforia del Niño Dios
Que trajo un juguete nuevo…”
-¿Y para vos,
Cómo es, abuelo…?
-“…y para mí, es éste sillón
Sumergido en los recuerdos
Es juntarme con la abuela
Que está con Dios, en el cielo
Charlar un rato con ella
Y brindar por otros tiempos…”
-“¿Qué te pasa, abuelito…?
¿por qué...? No llores… yo te quiero…”
-“No me hagas caso, mi niño
Son… sólo cosas de viejo
Que no acepta que la vida
Es sólo un soplo de viento
Que teme a la soledad
Y su mejor Navidad…
Es el amor de su nieto…”

Homenaje a Lelo Acevedo


A mi buen amigo Lelo Acevedo



No me gustan los homenajes…
El homenaje habla de una ausencia.
Y casi siempre se trata de alguien que nunca se fue, que su presencia late en nuestras pequeñas cosas como siempre, como si estuviera…
Me enteré de su partida al Reino sin tiempos, sin embargo, no supe los por qué, ni las razones que existen sólo en la voz del Creador…
Aunque en la distancia, poco importa el cómo.
Y decidí escribir mis versos de siempre, aquellos que cobran torpeza a medida que lo invaden los sentimientos, solamente para volver a estar con él… con la complicidad de su guitarra, con sus maderas, con el vino amigo y las confidencias.


Mi mirada buscaba un punto en la distancia
Allá donde se funde el cielo y la montaña,
Y vibró mi ser, porque en el aire
Se escuchaba nítido el son de una guitarra,
Y supe que eras vos, por los arpegios
Que nacían del diapasón y llegaban al alma,
Porque su dulce melodía me acercaba
Un monte de espinillos y calandrias,


Y seguí oteando el horizonte
Y el asombro se apropió de mis palabras
Porque allí estabas, junto al fogón, feliz y pleno
Compartiendo con Cafrune y Atahualpa,
Zitarrosa disfrutaba tu punteo
Y María Helena un chamamé te dedicaba.


Así estabas… entre amigos, como siempre
Guitarreando hasta llegar la madrugada
Y me alegró saber que tu partida
Te llevó a ese lugar que tanto ansiabas
Cuando tu oración a la Virgen se hacía carne
Peregrinando con Jesús en la alborada.


Y allí estarás, querido Amigo, hasta que un día
Como cantando con tu padre lo anunciabas
Compartirás la mesa amiga en cada fiesta
Porque sé que volverás… hecho guitarra.




Carlos A. Giménez
Ushuaia, Tierra del Fuego, 7 de mayo de 2008.-

EL POETA DE AYER Y DE HOY

POETAS, SENSACIONES ENCONTRADAS…


AYER

He leído al poeta ayer
El del romance, el del soneto
De la métrica y la rima
Que busca la palabra que encaje en el verso


He leído al poeta ayer
Del caballero, la flor y el molino
Que lograba liberar ideas
Sometidas al ritmo y al estilo


He leído al poeta ayer
Del silabeo estricto y estricta rima
Ajustando antagonismos, pincelando
El dolor, la musa, el tiempo y la prisa.


He leído al poeta ayer
Loco, bohemio, sensible, visionario
Que hilvanaba historias respetando la esencia,
en versos disciplinados


He leído al poeta ayer
Lo escuché en la voz de los juglares
Preciso, acompasado, medido
Pero nítido al decir de su mensaje


He leído al poeta ayer
Disfruté su lírica, admiré su esfuerzo
De circunscribir su inspiración
A la métrica severa de los versos


Y brindé por ese poeta
Del pedestal ecuestre y educada estatura
Del afanoso cuidado, de equilibrada prisa
Del respeto a ultranza, fiel a su cultura


He comprendido al poeta ayer
Porque con sus versos dibujó su alma
Su fe, su Dios, sus creencias,
Sus valores, su espíritu, su templanza
Su metáfora escasa, múltiple en recursos
Animando con su pluma a cada palabra.



HOY
…y leo al poeta hoy,
el que escribe con métrica esfumada.
Que dice sin decir,
metafórico,
abstracto,
que silabea sensaciones,
surrealista y elocuente.
Inventor de epítetos,
crisol de ideas
cosmovisionario.


Leo al poeta de hoy,
despreocupado por la rima,
evitando arcaísmos,
inventando ornamentos.
Que dice amor
sin íconos cardíacos.
Que inventa su árbol
sin decir semilla.


Leo al poeta hoy,
libre de tabúes,
de adjetivos sin prejuicios.
Lo soez no existe
La censura es jurásica


Leo al poeta hoy,
libre… casi libertino,
sin ataduras,
casi agnóstico.
Sin romances,
sin sonetos.
Dispar, de escasa rima.
de sentencias firmes.
Con verdades empíricas,
intrínsecas,
eclécticas
semánticas.


Leo al poeta hoy
en un nuevo aprendizaje.


Su verso ágil
aunque no diga, expresa.
Aunque no cuente, pinta.
Su historia no la dice,
la crea su lector
al andar sus versos.


Brindo por el poeta hoy,
por quien paren las palabras
en un surgente etéreo,
permanente, inmutable…


Que no vacila.
que colorea, que interpreta,
que vislumbra, que agrede,
que acaricia…


Doy gracias al poeta hoy.
Porque en sus arterias
migra la cultura…
y resiste a los detractores,
al vulgo, a la horda.
Resiste a una época triste
de desprecio, de olvido
y postergaciones.


La cultura vive en él,
vive en el dominó cardíaco
del bohemio, del poeta,
que la defiende
del peculado insistente
que la vitupera.
Del comercio y sus intereses,
de la era de la imagen,
de los íconos,
de la obsecuencia al facilismo.




Y los poetas…
el de ayer y el de hoy,
adolescentes de lectores,
cuyo producto improductivo
genera dividendos sin divisas,
rebeldes, constantes,
renuevan su sinergia
en favor del educando,
en pos del lector
que agradece emocionado…

El anciano (cuento)



Atardecía un septiembre fresco en el Gran Buenos Aires, las veredas de esa arteria principal estaban desparejas reflejando el paso del tiempo, y tal vez de algunos gobiernos de administración no muy prolija.
El paso de los transeúntes había despegado alguna baldosa que se rompió antes de que el dueño de la casa tuviera posibilidad de concretar su arreglo.
Y en esa vereda donde cada tanto un árbol se erguía frondoso adornado por alguna bolsita de residuo a sus pies, se sucedían también umbrales de cemento. En uno de ellos, casi sobre la esquina, se hallaba sentado un anciano.
Un anciano sentado en un umbral es de descripción universal. Vestido con pantalones gastados, camisa prendida hasta el último botón del cuello, y un saco color marrón con algún agujerito o un bolsillo descosido. Barba de una semana, rostro cobrizo erosionado por las lluvias, el sol y el tiempo. Manos curtidas y mirada que mistura sabiamente la chispa de un genio con la de un niño cansado, bondadoso y huraño, y en su voz notas que mezclan un raro no se qué de nostalgia y rebeldía.
Esa tarde el silencio del anciano lo hacía formar parte del paisaje, mirando a lo lejos, apretando entre los dientes una pajita que le había arrebatado a la escoba antes de salir. Situado en un escalón superior de la vida, que le otorgaran el tiempo y los caminos de su ancianidad, miraba todo como acariciando cada instante de esa monotonía indolente.
Vio entonces acercarse por la otra esquina una multitud que quebró la hegemonía de su tarde…
Un grupo de personas que portaban pancartas, redoblantes, y cantaban alegorías contra el gobierno de turno.
Arrastraban neumáticos y algunos tenían el rostro cubierto… agresivos y nerviosos.
Vio también cómo los negocios de la cuadra bajaron presurosamente las persianas y cerraron asustados por la horda.
Uno de ellos, integrante de esa multitud, se detuvo justo frente al anciano para acomodar su mochila. Vestía pantalones oscuros y campera de jean gastada en la que se veían dibujos y palabras remarcados con birome; y una mochila negra donde resaltaba una boca de la que asomaba una gran lengua roja.
No tendría más de veinticinco años… cuando se percató sorprendido de la presencia del anciano, intentó balbucear un saludo, pero antes que pronuncie palabra alguna, el hombre de los años le preguntó:
- “¿De donde son?”
- “Somos piqueteros, vamos a hacer un corte en el puente” – le respondió el joven.
- “¿Otra vez…?” – dijo el anciano – “¿Y ahora por qué?”.
- “Y si, abuelo. El gobierno tiene que aumentar los planes de emergencia, y ahora le vamos a pedir además aguinaldo para fin de año”.
- “¿Aguinaldo…?” – preguntó calmamente al anciano.
- “Claro. Si los políticos roban a dos manos, y no se calientan cuando el pueblo no tiene para un pan dulce en las fiestas, o cuando los niños piden comida y no hay”.
- “¿Vos tenés familia?”.
- “No, pero yo vengo a hacerle el aguante a los demás”.
- “¿Y qué ganás?”
- “Me dan veinticinco pesos y la comida… además cuando salgan más planes voy a estar entre los primeros, y por ahí agarro diciembre con aguinaldo y todo… los pobre también tenemos derecho, ¿no?”.
- “Y la gente que vuelve de su trabajo y necesita cruzar el puente para volver a su casa… ¿no tiene derecho?” – casi fue una interpelación en la voz del anciano.
- “Bueno, abuelo… me voy porque yo traigo las mechas para quemar las gomas…” – dijo el joven luego de un breve silencio.
El anciano quiso preguntar algo más, pero el joven ya se mezclaba entre la multitud, entonces solamente dijo par sí mismo:
- “Cuidáte, muchachito… que Dios te proteja”.
Y volvió a sumergirse en sus pensamientos.
Y volvió a mirar la vida acariciando cada instante…, aunque en su mirada había ahora un dejo de tristeza al pensar: “¿Cómo sería yo a esa edad, cómo sería yo sin trabajo…?”.
En esos tiempos no había planes sociales, el pobre se las rebuscaba en cualquier cosa para ganarse el pan, y lo más importante eran la honestidad y la dignidad sin precio que les permitía caminar la vida con la frente en alto.
“¿Qué hubiera hecho yo..?” seguía preguntándose el anciano en una retórica extemporánea, hasta que concluyó: “Y bué… en mi época no había piquetes ni piqueteros”, mientras a la distancia se escuchaban las primeras sirenas y bocinazos, y una columna de humo negro viajaba hacia las alturas…



(Este cuento fue publicado en la Revista La Voz Fueguina en su edición nº 1493 de octubre de 2007.-)

La voz de Jaruk (cuento)

El hombre sentía que las sábanas se pegaban a su cuerpo, provocado por un sudor frío que acompañaba la vigilia, que separa el sueño profundo del despertar.
Estremecido por las voces de su sueño, se sentó apoyando su espalda en el respaldar de la cama…, y sin atreverse a encender la luz, entre los rayos mortecinos que se filtraban entre las hendijas de la ventana… repasó ese inquietante sueño.


Estaba en el fondo de su casa, parado de frente al pequeño bosque de lengas que regalaba su verdor al noviembre fueguino.
Su sueño en colores (que no era habitual), le permitía disfrutar cómo los lupinos de varias tonalidades se recostaban sobre el tejido de alambre que delimitaba su terreno.
Un poco más allá, el chorrillo cantarín, con su tan particular trova, recorría alegremente su lecho, en un trote dispar provocado por las rocas que lo circundaban.
Al hombre le gustaba ese éxtasis de recorrer con la mirada y en silencio ese paisaje que lo llevaba del patio de su casa, a la punta filosa del Monte Olivia que parecía siempre querer acariciar el cielo.
Fue entonces cuando el surrealismo de su sueño le hizo escuchar un gemido…
Miró a su derredor, pero no había nadie… no obstante el penoso gemido volvió a hacerse escuchar.
Vio entonces que en el medio de su patio, donde crecían unas matas de yerba buena, un hueco como si fuera un nido de algún roedor, asemejándose a una vieja boca desdentada que emitía una especie de lamento quejumbroso.
Atónito se acercó para escuchar mejor, y cuando estaba lo suficientemente cerca, pudo tener nitidez de esa voz y su mensaje.
-“Hombre… hijo… hace tanto que quiero hablarte…”- decía la boca anciana de la tierra.
- “¿Quién eres?” – preguntó el hombre – “¿Qué quieres de mí?”.
- “Soy Jaruk, la tierra, y quiero hablar contigo, hijo mío… quiero que por lo menos uno de mis hijos me preste atención”.
- “Te escucho…” – dijo el hombre, ahora con mayor interés aunque todavía con cierta desconfianza.
-“Mira… todo lo que estás viendo nace de mi amor generoso hacia ustedes, mis hijos… todo se lo doy… la fertilidad de mis entrañas no hace diferencias entre la verdura y la flor, que alimenta o que embellece… los bosques, la madera, la nieve, el agua que dejo caer desde las montañas… todo eso es para ustedes, mis hijos desde siempre…”
- “Sigue…” –  y se atrevió a balbucear – “…madre tierra”.
- “Gracias, hijo… pero lo que necesito ahora es contarte lo que me está pasando, porque en el dolor, en el sufrimiento, es bueno contar con un oído, aunque sea uno solo que nos escuche…”
Jaruk hizo un pequeño silencio, lo que le permitió al hombre volver a recorrer con la mirada el paisaje…y prosiguió
“Mira, hijo… hace un largo tiempo que muchos de tus hermanos han dejado de cuidar a su mama vieja. Arrojan sobre mi piel cosas que me dañan, que me contaminan, que hieren mis simientes, que dañan mis arterias”. – dijo haciendo referencia a las napas, y continuó.
- “Saben que el polietileno, los plásticos, las pilas, eso que ahora llaman “basura electrónica” son muy contaminantes, tanto como los desechos químicos de algunas fábricas…” – y añadió como si estuviera dictando una clase – “Están talando árboles en forma indiscriminada, en la búsqueda irresponsable del comercio. No cuidan mi abrigo, única túnica que me cubre y que ya está agujereada por tanto descuido…” – su boca desdentada parecía aún más triste al referirse a la capa de ozono.
El hombre escuchaba en silencio, a medida que una vergüenza profunda lo iba invadiendo.
- “Pero falta aún lo peor…” – dijo la vieja boca de Jaruk – “en éstos últimos tiempos se pelean entre hermanos por tener una parte mía, olvidándose que soy de todos. Hay quienes son como “hijos nocturnos”, que se valen de las sombras, y compulsivamente, sin esperar permiso me ocupan, usurpando el derecho de sus hermanos, mis otros hijos que obedientes esperan su turno; cercan y construyen sus viviendas furtivamente”.
“Ocupan”, “usurpan”, “compulsiva, furtivamente”…eran una fila de palabras que quedaron retumbando en los oídos del hombre.
- “Perdona, madre tierra…” – solamente se le ocurrió balbucear, abochornado – “Perdónanos a todos los que mancillamos tu integridad, lastimando tu amor materno”.
- “Ay, hijitos mío… sólo deben saber cuánto los amo, por eso les ruego que detengan ésta triste muerte a la que me están sometiendo…”.
Aún en las penumbras de su cuarto, el hombre se cubrió el rostro con las manos, a la vez que sintió entre sus dedos deslizarse tibia y tímida una lágrima, que nunca supo si formaba parte del sueño o de una dura realidad que muchas veces evitamos mirar…


Nota: Del diccionario Shelk-nam: JARUK= tierra; JARUKINKÁ= tierra más austral.

MADRE OFRENDA - MARÍA AUXILIADORA


Cuando el hombre busca un nuevo crepúsculo
Equivoca el método, la pauta, el camino
Corre tras improntas de lucha y fracaso
Y sólo encuentra oscura profundidad de abismo.


Cuando el hombre busca…
La luz que a lo lejos señale horizontes
Se abraza a un faro que en muy poco tiempo
Agotará el aceite y perderá su norte.


Cuando el hombre busca…
Dependiendo sólo de la luz del hombre
No verá la mano que ofrece su ayuda,
No oirá la voz que pronuncia su nombre.


Cuando ¡al fin…! el hombre comprende,
Luego que la vida le dio mil derrotas
Abandona estigmas de viejos prejuicios
Acepta la Fe, y busca en la historia


Y aprende que un día, un pescador de hombres
Juntó a sus alumnos entre los más pobres
Derramó perdón sobre toda ofensa
Dio su vida en cruz, fue amor de amores.


Aprende que en El todo se contiene
Que en El la vida es luz y esperanza
Que llegar a El es principio y cúlmen,
Que con El, el camino es fácil y avanza.


Aprende que El, un oscuro viernes
Cuando ya se hacían las tres de la tarde,
Mirando entre espinas encontró al amigo
Y en su más alta ofrenda le entregó su Madre.


Y el hombre de ayer, es el hombre de hoy,
Historia y presente se juntan ahora
Esa Madre-ofrenda está entre nosotros,
Es nuestro refugio, María Auxiliadora.


Hija, Esposa y Madre de la Trilogía Divina
Su mirada emana un amor profundo
Amor maternal, nos religa a su Hijo
Auxilio de los cristianos, en el Fin del Mundo.


(Ushuaia, Agosto de 2008 – Bodas de Plata de Parroquia María Auxiliadora)

SUEÑO DE AMOR


Como un soplo de nube
besó mi oído tu voz de magnolias,
susurro de amor que llegó a mi alma,
mientras nuestros dedos decían su mensaje
surcando una espalda que ardía en esperanzas.


Tomé de tu aliento un suspiro eterno
parado en la cúspide de tu ritmo intenso,
tomé de tu éxtasis mi elíxir de vida,
fuiste primavera en mi piel de invierno.


Fuimos uno sólo, tormenta y sosiego,
fuimos dos perdidos en el universo,
besaste mis manos que te recorrieron,
yo besé la huella que dejó tu cuerpo.


Hasta que un ruido que llegó de lejos,
inoportuno y triste, me dejó su eco,
me llenó de sur, sólo, monte y escarcha
darme a tu amor… sigue siendo un sueño.

TE EXTRAÑO




Mudo testigo el tiempo
Sordas campanas las olas
Y esta nieve que sepulta
La oceanía de mis horas


Te extraño…
El sur y el viento
Conjugan tiempos para amar tu nombre
Tu beso callado, eterna nostalgia
Tu perfume cala mi soledad de hombre


Miro el segundero inquieto del reloj
Con ritmo de dominó eterno
Que gira en su caja y muestra mi vida
Mirando a la distancia mientras te espero




Te extraño…
El sur y el viento
Ondulan tu nombre junto con el mío
Mi brazo en tu espalda, tu pelo en mi pecho
¡Te extraño…! 
Le grito al viento y al frío.

Salmo del Amor olvidado







Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


Vértigo, prisa, vorágine… todo contribuye.
¿Serán las noticias que amalgaman violencia y mercado?
¿Serán las imágenes cotidianas de catástrofe y dolor?
Moneda insuficiente, individuo obsesionado
Correr y no llegar, buscar y no encontrar, desear y no tener…
Tormentas de ambiciones, sentimientos nublados


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


El ser humano y la oscuridad de hoy
Miseria, inseguridad, pánico, pasos apresurados
que no alcanzan a escapar de una realidad que golpea.
La mirada que evita al niño abandonado.
Jueces y fiscales de una sociedad que apresa y que condena
al que refugia su indigencia en la voracidad de un abogado.


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


La mentira, emblema de acusado y patrocinio
Zafar, escapar, salvarse a cualquier precio, triste hábito.
La palabra, mustio arte, desequilibra la justicia
¿La víctima?... a un paso de volverse victimario
por la pericia inescrupulosa de un letrado
que justifica el fin con sumarios insensatos


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


El Amor, Palabra que salvó al hombre de la esclavitud,
Ese libro que yace en un cajón, polvoriento y cerrado
La Palabra… la que no miente, vivifica y entusiasma
Es un libro más, que no abrimos, ni siquiera lo miramos.
Tal vez porque nos acusa, nos remuerde, nos señala cómo
subidos en alas de la urgencia, del Amor nos olvidamos.


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


El Cielo… es sólo espacio, el Paraíso… mero árbol
El Edén… suena a poesía, el Purgatorio… un ente abstracto.
Salmo… una forma de cantar, lírica y anticuada
Utopía vetusta y gastada… la Comunión de los Santos.
Los sacramentos… exigencias de otra época
Política extemporánea… las epístolas de Pablo.


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


…con ésta filosofía, no es raro enterrar al Amor aún con vida
que insiste en llegar al hombre con esfuerzos denodados,
que aún intenta, que continúa enviando señales
aunque su propia criatura mantenga los párpados apretados
y se niegue a ver, a sentir, a comprender, a sospechar
que el Amor está de pié… tendiéndole sus manos.


Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


¿Dónde quedó el Amor en nuestras vidas…?
Cada uno de nosotros deberíamos preguntarnos
Aquel que nos enseñó a amar en cruz, que nos duela cada músculo
de tanto dar, de tanto amar, de servir, de tanto darnos…
No miremos a otro lado, no arroguemos indiferencia
Cristo nos volverá al Amor, en comunión, en cruz… en cada ser humano.



Cómo nos hemos olvidado del Amor…!


Aunque el Amor continúe de pié, tendiéndonos sus manos…

El hambre, preludio de muerte

Un día miré de frente a... el hambre


Vengo de un país...
capaz de producir la totalidad de su demanda interna.
Vengo de un país donde el deseo de exportar con grandes ganancias fue poco a poco reduciendo la capacidad de satisfacer las necesidades de mi pueblo.
Vengo de un país donde los gobiernos respondieron con mayor obsecuencia a los grandes imperios, y simultáneamente fuimos sintiendo vituperado nuestro sentimiento de pertenencia.
Vengo de un país donde los gobiernos fueron dejando bajo la alfombra mucha basura interna que no querían que la vieran las visitas.
Vengo de un país donde un buen día… un gobierno vendió hasta la alfombra…
Y quedó la mugre que taparon tanto tiempo a la vista de todos.
Y se habló de pobreza, de miseria, de indigencia.
Y los medios nos mostraron con hartante morbosidad niños desnutridos, de ojitos enormes y llorosos, con caritas curtidas de sol, casi deshidratados, intentando jugar en el patio de tierra de una casita construida con chapa negra de cartón y algunos costaneros de árboles que los aserraderos desperdician.
Recrearon a diario imágenes de viejos abandonados por todos y por nadie, caritas de ancianos que esperaban la muerte como un bálsamo a tanto sufrimiento.
Pudimos ver a la mujer, vestirse de noche para alquilar mentiras de su cuerpo por monedas para paliar dificultades, canjeando su dignidad por el duro preconcepto de la sociedad.
Nos mostraron toda la miseria posible, porque en ese momento generaba rating.
Pudimos ver a nuestros hermanos originarios (me resisto a llamarlos aborígenes) sufrir el olvido y la marginación de los adelantados, de sus propios paisanos y de las autoridades.
Pudimos ver por medios propios cómo a cualquier puntero político le conferían potestades para otorgar planes sociales, por supuesto con un pequeño retorno (un “diego” como le dicen al porcentaje) para que quien los cobre no tenga necesidad de presentarse a cumplir su contraprestación.
Y todo esto me dolió… amargamente.
Busqué un común denominador, una palabra que me permita conjugar todas las miserias que veía, y sólo se me ocurrió una: hambre.
Tanto el hambre físico como el espiritual, hambre de alimentos dignos, hambre de justicia, hambre de un país equilibrado, hambre de esperanza, hambre de referentes honestos…
Y me lo imaginé como un preludio de muerte.
Surgieron entonces éstos versos que contienen toda la bronca, toda la impotencia, toda la esterilidad que reflejan los responsables de guiar nuestro destino político.
¡Ay, país mío…! ¡Ay, hermanos míos!


Lo miré de frente, me hundí en sus ojos
profundo abismo que cautivó estremecimientos
provocando destellos de tiempos inertes
No era la vida, no era la muerte
era el hambre que reptaba
por las calles de tierra de nuestros pueblos
era el rostro cobrizo de un niño abandonado
hambre literal, …piel y huesos.

Lo encontré en miradas desoladas
En la indigencia de mis hermanos originarios
olvidados del sistema, fuera de la agenda
que desdeñando al pobre es inmoral, profana, pudenda
nefanda, execrable, vil, perversa,
excluida ex profeso de un diccionario
que disimula a base de eufemismos
la realidad que no siempre denuncian los diarios.

Miré de frente al hambre, cara a cara
Quise hablar, mas repelí su aliento
Su rostro de telaraña,
su cráneo liso, sin cabellos
Su paso discontinuo
su bastón sin apoyo
Sus manos, sólo tendones, todo esqueleto

El busca atrapar y reflejar en su imagen
al hombre sin trabajo, sufriente, alcoholizado
al joven del paco, del humo, del pegamento
a la mujer que vende engaños con su cuerpo
al niño que quedó sólo en su casa de villa
al anciano en un geriátrico abandonado,
o al que sufrió el olvido de la clase política
porque ya no vota, o votó al partido contrario.

Y se me dio por preguntarle al hambre
Qué buscaba de mi pueblo, que buscaba en mis hermanos
No respondió, dejó oír su risa ahuecada
de caja sin pulmones, perforada,
y sentí su respuesta que dolió hasta lo profano
Porque en el hueco sin vida de sus ojos
puede ver a Cristo Crucificado
y quien estaba a su lado, llorando sin consuelo
era un soldado… americano.




Carlos Alberto Giménez
Octubre de 2009