“Concordia,
ciudad del norte entrerriano. El otoño comenzaba a presentar sus credenciales
en el año 2003, era la noche del 19 de abril, (por rara coincidencia, Día del
Aborigen Americano)
El
aire tenía la humedad de siempre, y entre abatido por el calor y cansado por
las tareas del día, miraba televisión.
En
realidad no tenía otra cosa más importante para hacer, y la hora no era la más
apropiada para otros menesteres.
En
los canales de noticia siempre el hecho circundaba la delincuencia. Un robo
aquí, un asalto allá, y por otro lado la moda de esos días: un “secuestro express”,
por supuesto ningún medio hacía referencia a los derechos de los habitantes
originarios al celebrar su día, pero eso… lo dejo para otro cuento.
Era
el tiempo en el que los medios se disputaban la primicia de transmitir asaltos
con toma de rehenes, como si fueran verdaderos “reality”, en vivo y en directo.
Yo
intuía algo raro en las transmisiones… puse atención y me dí cuenta que esa
noche todos los canales se ocupaban del mismo tema, trascendental y excluyente:
tropas de los Estados Unidos habían invadido y estaban bombardeando Irak.
En
algunos canales se podía ver al Presidente del país del norte que arengaba a su
pueblo recordando un 11 de septiembre, cuando agentes de la guerrilla
internacional habían atentado sobre emblemas superlativos de su identidad,
desafiando al poderío de su defensa nacional y generando un sinnúmero de
víctimas fatales.
Justificaba
su reacción con un impensado y “sano” propósito de exhortar al desarme de
materiales nucleares, a la vez de establecer un novedoso sistema democrático en
el país invadido.
Mientras
en breves spots, casi como publicidad, mostraban imágenes de bombas que caían
en la silenciosa noche de alguna ciudad iraquí, mediáticamente distribuidas por todo el
mundo, ostentando los beneficios de una globalización que, abocada a difundir
hechos de ésta naturaleza, difícilmente puedan enorgullecer a alguien.
Y
al día siguiente, como para ponerle un tétrico moño al paquete publicado,
mostraban en fotografías las consecuencias de los estallidos de la noche
anterior.
Te
puedo asegurar, amigo que me lees, que nunca me fastidió tanto el avance de la
tecnología al servicio de la noticia. Sin dejar de reconocer que se trataba de
una realidad a la que no podíamos dar la espalda, ni hacernos los distraídos,
aunque… bien podríamos bajar el nivel de morbosidad en la publicación.
No
podía apartar de mi mente la acción miserable de los atentados, ni la detestable
reacción de la invasión y la guerra. Agravada por la forma cruel, vil e indignante
en la que un gobernante ordena iniciar desde un escritorio, atrincherado en su
búnker privado, con ujieres y custodia que lo protegen de todo riesgo.
Cruel
porque no diferencia entre soldados y habitantes del país rotulado por su
entorno como "el enemigo". Vil porque difícilmente pueda el fragor del momento
apreciar si se dispara contra uniformados o civiles, hombres o mujeres, niños o
mayores. Y finalmente indignante porque descaradamente sostiene que no se trata
de una represalia de un gigante sorprendido en sus fueros más representativos, ni
el interés por el petróleo de medio oriente, sino que expresa que su objetivo es
instaurar un sistema democrático y lograr el desarme nuclear de Irak, como potencial enemigo público mundial.
Ese
ruin pretexto, pusilánime e inconsistente alcanzó para justificar una nueva
guerra
Maldita
guerra…
Se
hace imposible hablar de armonía durante una guerra.
La
imagen de la muerte atrofia cualquier expresión de paz.
Los
mensajes de concordia abortan ante la presencia del misil.
La
pólvora se señorea por las calles, las balas rapaces buscan su presa…
Todo
es oscuro, el horizonte se cubre de humo.
¡¡Maldita guerra…!! Aunque
esté a miles de kilómetros.
Tal
vez por eso, mi pluma inquieta me fue formando éstos versos para una canción,
que por esas cosas de Dios nunca tuvo música, como que el silencio es el mejor
acompañamiento para tanto dolor.
Comparto
esos versos contigo, de los cuales no me ufano ni mucho menos me enorgullezco (muy
por el contrario, a pesar de los años transcurridos, todavía me pesan…)
Hemos visto luces apagar su esfera
Hemos visto noches relumbrar horrendas
Y lo descubrimos, aun sin saberlo,
El mundo de luto, de frente a otra guerra…
La guerra es muerte, oscuro telón
Escenario estéril, aplauso de sombras
Mientras George cómodo, ordena un ataque
Sentado en su búnker, confort y custodia.
Llora un niño herido su canción de invierno
La pólvora estremece el candor del aire
Lucha desigual, que recrean los medios
Imágenes crueles, dolor y barbarie.
Se truncas las vidas, estupor y muerte
Jóvenes que abortan proyectos y sueños
No es guerra de credos, mentiras de alguien
Que quiere del petróleo, ser su nuevo dueño.
Por eso es que ahora, en alto proclamo
A toda voz mi ilusión de paz
Mi voz se hace eco de la voz de ustedes
Como una paloma vuela en libertad
(Aunque si en el mundo la codicia impera
Será muy lejano el sueño de vivir en paz)
Creo, mi buen amigo lector, que no da para más comentarios tan horrendo tema. Solamente quiero compartir contigo algo que sospeché desde el principio, desde el primer momento:
Luego
de tanta muerte y destrucción en Irak, nunca
encontraron materiales bélicos nucleares, ni el país invadido goza de una
democracia en paz…”
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