Cuando la primavera
abordaba el fin a su ciclo, con paso aún indeciso bajó del avión para pisar por
primera vez el suelo de esa isla donde llegaba para estrenar con ella sus
diecisiete años de vida.
Su familia no entendió su sensibilidad
adolescente, cuando su mundo giraba en torno a una sonrisa, a esa mirada y a sus
caricias. Le dictó sentencia de muerte al ilusionado sentimiento que nacía, no
sabía bien… tal vez por el trabajo de su padre, por un nuevo horizonte, o…
porque simplemente no les importaba que ella sufra un nuevo desarraigo.
Encerrada en su cuarto, con un
paisaje que más de uno envidiaría, miraba el mar sin ver, oía el rumor de las
olas sin escuchar, rumiando su amor que de tanto extrañar se convertía en algo más amargo.
Aunque era consciente que el amor
es tan dulce que no cabe en sus mochilas otro sentimiento… le daba rabia
extrañar, pero más impotencia le daba no saber de él.
Amor, amor… te odio
Amanece Ushuaia su brisa sutil
Moviendo bahías de aguas saladas
Oscilando vuelos de un albatros gris
Rugiendo el mar deshace marejadas
Amanece… y en su piel puede sentir
Morir angustias cubiertas de nada
O al mirar hacia el murallón percibir
Riscos y espuma besar la mañana
Todo le recuerda ese amor juvenil
Envuelta en su adiós de enamorada
Olvido, comienzo, nuevamente un fin
Desde su adolescencia lastimada
Imagina un nuevo Día de San Valentín
Oscuro… sola, y él… quizás la extraña